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Marcela Holguín e Hija
Marcela Holguín, exasambleísta correísta, entre los invitados para la investidura del presidente Daniel Noboa, el 24 de mayo de 2024.Cortesía

Ya solo falta que vuelva Alvarado

Análisis | Entre el video del Himno Nacional y el fichaje de Marcela Holguín, el Gobierno apuesta fuerte por la propaganda

La propaganda vuelve. Durante diez años (el decenio del proyecto totalitario que pretendió refundar el país) la propaganda fue el cristal deformante a través del cual contemplamos la realidad paralela de un Ecuador inexistente. El Ecuador de la Megan. El Ecuador de las sabatinas, que eran un aula gigantesca donde se nos infatilizaba a todos. El Ecuador de las superproducciones cinematográficas con música de Lennon y McCartney. El Ecuador de las voces insidiosas que separaban el bien del mal. A Lenín Moreno le cupo el honor de apagar el megáfono que parecía pender sobre la cabeza de todos los ecuatorianos atronándonos con la música de Patria-tierra-sagrada. Es quizás el mayor servicio que le debe el país. Vaya que fue un alivio. Sin embargo, todo parece indicar que, con Noboa, la propaganda está de vuelta. Todavía no, por supuesto, en la proporción que hizo del correísmo una auténtica fábrica de mitos (Estado de propaganda, se decía en ese entonces), pero sí que hay signos suficientes que revelan la inclinación del gobierno por ese tipo de comunicación política que no tiene otra finalidad específica que no sea la de ganar la adhesión de las masas. Es decir: comunicación pública sin utilidad pública.

¿Necesita el país que su gobierno, más que comunicar, haga propaganda? No, pero a la gente le encanta. El video del himno nacional que se proyectó en la ceremonia de investidura presidencial del pasado 24 de mayo, por ejemplo, ya fue una pista bastante clara de por dónde pretende transitar el gobierno de Noboa en materia de comunicación. Y le gustó a todo el mundo. Fue una primera pieza que bien puede tomarse como una declaración de intenciones: la idea de sustituir la protocolaria solemnidad de una orquesta sinfónica por un producto audiovisual que permite introducir una gran cantidad de contenidos y significados que van más allá del himno en sí y lo dotan de un contenido político que el gobierno capitaliza.

La belleza de los paisajes que se junta con la diversidad de las gentes. Los ciudadanos de a pie que despachan cada cual un pedazo de una estrofa con sus voces destempladas. Los granaderos de Tarqui, los obreros de la industria petrolera, los trabajadores del mar… Un grupo de migrantes en la esquina de Alcalá y Gran Vía, en el corazón de Madrid. Los ancianos, que no podían faltar en esta gesta. Los toques de marimba, el trino de los pájaros, ¿es el canto de una ballena el que, por un segundo, se acopla a la perfección con la música de Neumane? La Costa, la Sierra, la Amazonía, el archipiélago. Cuenca, Loja, Quito, Guayaquil… Los obligatorios versos en quichua, entonados esta vez, significativamente, por indígenas de Sarayaku… Y, para cerrar, Daniel Noboa, con la bandera nacional sobre los hombros, cobijado por ella, mirando solemne desde la terraza de Carondelet, dominando el país con los ojos llenos de futuro. En fin: un video que bien pudo firmarlo Vinicio Alvarado. Tenía esa misma marca de fábrica de consultor político, así de idénticos e intercambiables son todos ellos incluso en el prurito de creerse geniales y distintos.

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¿Y el público? Emocionado hasta las lágrimas. Gente de pie, ovación cerrada, rostros iluminados, como si de verdad acabaran de vivir una experiencia transformadora, demostración palpable de que las masas, incluso las distinguidas masas con invitación oficial y traje de gala presentes en el hemiciclo legislativo, aman apasionadamente la propaganda y se dejan arrastrar, convencer, manipular por ella siempre y cuando no sea la propaganda de otros (que, por lo demás, es igualita). Piezas como la que arrancó gritos de entusiasmo a los invitados a la investidura presidencial del 24 de mayo son capaces, con la difusión adecuada y los tiempos correctos, de sustituir al adoctrinamiento. En ellas se encuentra el secreto de cómo transformar cualquier cosa, lo que sea, en un principio de autodefinición. Porque, simplemente, videos como ese no son materia de opinión: exigen la adhesión incondicional o la guerra.

Marcela Holguín, de entusiasta correísta a noboísta

Otros pasos parece dar el gobierno en dirección a la consolidación de un aparato de propaganda. Estos, sin embargo, no cosechan tantas aprobaciones, ni siquiera entre sus fanáticos. Más bien todo lo contrario. El nombramiento de la excorreísta radical Marcela Holguín como gerente de los medios públicos (“¡qué mujer más leal!”, llegó a decir de ella el expresidente prófugo en un sentido discurso en homenaje a los que, “pese a todo”, se mantenían en la línea del partido) dejó boquiabiertos a los propios seguidores del presidente. A sus periodistas incondicionales, especialmente. Porque Marcela Holguín, que alguna vez fue periodista, era una entusiasta no sólo del Estado de propaganda correísta, sino del aparato de persecución que se cebó en los medios.

En el paso de Marcela Holguín del correísmo más fanático al cargo público más comprometedor del gobierno de Daniel Noboa se expresa lo peor y lo más escandaloso de aquello que en la política nacional se conoce como cambio de camiseta. Porque cambiar un partido por otro puede ser perfectamente comprensible, plausible incluso, si se hace con razones por delante. El protagonista de un camisetazo está obligado a explicar los motivos de su desencanto con el partido que abandona y hacer explícitas las coincidencias con aquel que lo acoge. Tal como hizo Robert F. Kennedy Jr., por ejemplo, que fue clarísimo con respecto a las razones por las que repudió al partido Demócrata y abrazó el republicanismo. Holguín, en cambio, como si se tratara de una transacción privada (probablemente lo es), ha procedido con ominoso silencio. El país ignora hasta dónde llega su conversión al noboísmo, si tal cosa existe. ¿Implica un repudio al proyecto autoritario y a la falta de vocación democrática de la Revolución Ciudadana? ¿Reconoce la participación de sus líderes en esquemas delincuenciales? ¿Condena su política de medios, su persecución al periodismo y la construcción de un Estado de propaganda?

Cabe imaginar que, de ser así, lo habría dicho ya. Parecería más bien que su nombramiento al frente de los medios públicos obedece a todo lo contrario: Noboa necesita alguien que sepa manejar esos medios como órganos de propaganda (ya lo son, de hecho, y se puede citar más de un caso vergonzoso sobre cómo el concepto de lo público se confunde en ellos con el de lo gobiernista), y qué mejor que una correísta de la vieja guardia para administrarlos. Si el presidente busca a su directora de medios públicos en las filas del correísmo, es porque está de acuerdo con la manera como el correísmo manejó esos medios. Marcela Holguín es perfecta para el trabajo. No hará muy felices a los propios seguidores de Noboa, pero su nombramiento está en la misma línea que el video del himno nacional que tanto celebraron.

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El cuadro se completa con Irene Vélez como delegada del Ejecutivo en el directorio de medios públicos. Al frente de la Secretaría de Comunicación, Vélez dio continuidad al perfil que el correísta Fernando Alvarado dejó establecido para el cargo: el de un asesor de imagen en la sombra en lugar del de un vocero de gobierno. El trabajo de Irene Vélez, como el de Alvarado, está más relacionado con la propaganda que con la información de interés público (de hecho, ambos trabajan de espaldas al público, incluso en su contra). Con Marcela Holguín, la secretaria de Comunicación formará la dupla perfecta. Por este camino, es muy probable que llegue un día en que el gobierno, sus medios y sus comunicólogos, se planteen la necesidad urgente de producir piezas con mayor pegada. Videos más efectivos para movilizar a las masas a favor del presidente. Uno que haga del himno nacional una canción noboísta, por ejemplo, para proyectarlo en el próximo informe a la nación. Entonces se darán cuenta de que, para eso, necesitan al más sabido del mercado, por caro que resulte, alguien que conozca la idiosincrasia nacional y domine las herramientas del oficio. Y contratarán a Alvarado.

  • El dúo. Holguín y Vélez forman la dupla perfecta. Por este camino, es muy probable que llegue el día en que el Gobierno se plantee la necesidad de producir piezas con mayor pegada.

  • Efecto. Piezas como la que arrancó gritos de entusiasmo a los invitados a la investidura presidencial son capaces, con la difusión adecuada y los tiempos correctos, de sustituir el adoctrinamiento.

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